Una semana, una puta semana que estoy en una cama de este maldito hospital y mi amada esposa, reina de mi varita de sauco, madre de mi mini muñequita y, a lo mejor, de mi mini innombrable y ella, la muy inconsiderada, no ha venido ningún puto día a verme, cumpliendo a cabalidad su dictamen.
—¡Dios, dame tu fortaleza!— exclamo al cielo, esperando una respuesta.
No la he llamado, ni menos le he dicho o escrito que mi mamá viene todos los días a verme y, desde que hablamos, me acompaña aunque sea un ratito.
Flashback
Segundo día de mi calvario en el hospital y ninguna noticia de mis mujeres…
Estoy en mi cama, aburrido como ostra, pensando en lo que me ha dicho mi muñequita de porcelana y en lo que puede estar pensando ella de mí. Esa mujer me tiene de los huevos, no sé cómo ni cuando, pero se ha calado en mis huesos como si fuera tan necesaria como el aire para mis pulmones.
—Mierda, Dani ¿Por qué no has venido?
Digo mirando a la ventana que da al pequeño jardín que hay en el hospital.