Haciendo de espía de juguetes

Una semana después…

La jefa andaba muy misteriosa, pero mi jefecito lo atribuía a los cuidados de la señora Alma, aunque ayer me sorprendió por la petición que me hizo y por eso ando como los espías, buscando las cosas que me pidió.

Heme en el centro comercial más grande de la ciudad buscando un dinosaurio morado, el mismo que ama Sarita más que a mí. Cómo será eso que la muy bocaza, el día que cuando juré que por primera vez me diría mamá, me balbuceó Ma… indicando la televisión y luego dijo Malny, sí no era yo a la que se refería, ¡sino que al maldito dinosaurio! Todavía me dan escalofríos y hasta celos de ese bicharraco que me quitó toda mi ilusión.

Pero bueno, al punto. Como decía estoy en medio de la juguetería buscando al señor de “con por favor y gracias“ y una serie de otras cosas para niños. ¿Qué era lo extraño? Que ni a las mellizas, ni a los gemelos les gustaba ese dinosaurio, ellos eran de la onda del ratón y de esa niña del demonio que era Masha, y tanto Sofi, como Kat y mi bello Elliot ya estaban en la onda de la Play y el Xbox. Como digo no sé que m****a hago aquí buscando eso, pero como dice mi jefecito para eso me pagan.

Una vez que termino con mis compras infernales echo el saco de santa a la maletera del auto, con la mirada atenta de don Luis, que trata de aguantarse la risa por la cara de fastidio que llevo, me subo en el asiento del copiloto y le pido a don sonrisas que me lleve a la casa de la jefa.

—Deja de refunfuñar, se te fruncirá el ceño como a tu jefe y aún eres muy joven para esos trotes y tener arrugas.

—Dígame una cosa don Luis ¿No le parece extraño que la jefa nos haya pedido venir por estas cosas?

—Para nada, a ella le encanta regalonear a sus nietos y me imagino que a alguno de ellos le debe gustar Barney. Mi hija lo amaba y hasta yo terminé aprendiéndome todas sus canciones.

—Oh, por favor. A mí me daba pavor verlo, era más de los Backyardigans o de los mini Einstein, hasta la casa del ratón prefería ver antes que a ese monstruo morado.

Su sonora carcajada me dejó sin palabras, así que solo me sumé a sus risas. Al llegar a la casa de los Scott Soré don Luis me ayudó a sacar todo lo que traía y la señora Paula me recibió. Ella era la nueva ama de llaves de la casota esta y debía decir que su trabajo era impecable y me caía la mar de bien.

Me avisó que la jefa estaba en la sala de juegos con las gemelas, el bello de Elliot y una visita que se pondría muy feliz con lo que le llevaba. Cuando entré a la sala de juegos me encontré con las pequeñas diablillas jugando con sus muñecas, al principito bello con su Play y a la señora Blue con otro niño que al parecer se había quedado dormido.

—Hola jefa—dije casi susurrando.

—Hola Dani, gracias por ayudarme con lo que te pedí.

—¿Quién es esta preciosura?— pregunto, acercándome a ella pues no conocía a este pequeñín.

—Este es mi querido nietecito Tomás, el pobre terminó muerto, no está acostumbrado a tanta intensidad de esas dos loquillas.

—¡¿Qué?!— Era el hijo de mi jefe, se llamaba igual que él, pero ¿Cómo que el hijo del jefe? ¿Cuándo fue que lo hizo? Si ya estaba criadito y peor aún ¿Quién era su mamá.

—¡Dani!

—Oh, por fin me notaron— salí de mis cuestionamientos y dije saludando a las gemelitas que se abalanzaron para llenarme de besos—. Bajen el volumen que van a despertar a su primito.

—Es igual de flojo que el tío Thomas, no aguanta nada y además es un llorón — me dice Alondra ¿O será Catalina? Jamás las puedo distinguir, pero lo que dice corrobora mis especulaciones.

—¿Qué nos trajiste, Dani?

—Bueno, yo…

—La caja de legos de Ema y las Barbies, Dani —me dice la jefa.

—Oh, sí, sí, me siento como la duende de santa en navidad con tantos regalos de su abuela ¿Se han portado bien?

—Por supuesto, somos dignas hijas de mamá, unas dulzuras— me responde una y la otra termina la frase, con la jefa sólo nos reímos y seguí con mi trabajo de ayudante de santa. Para ese momento, los gritos de felicidad de las gemelas despertaron al pequeñito que miraba todo con sus ojitos aún con sueño.

—¡Balney! ¿Es pada mí? — pregunta con esos ojazos que dios le dio ¡Mierda se parecían a los de la gatita huraña!

—Sí, sí, es para ti precioso.

—Dani, será mejor que dejemos a los niños con Gloria, ven que necesito hablar contigo.

¡La santa madre que te parió! la jefa se debe haber dado cuenta que yo me di cuenta y… ¡Ah! ¿Qué digo? Estoy muerta.

—Sí, vayan, yo me encargo de estos angelitos.

Fui detrás de la jefa, con la cabeza gacha y esperando lo peor, mi estómago estaba apretado y ya había empezado a sacar las cuentas de cuanto me quedaba ahorrado para buscar trabajo en algún lugar donde no me pidieran papeles y darle la cara a don Enzo por haberlo dejado mal y…

—Toma asiento Dani, Lo que te voy a contar es muy importante y requiere de la máxima discreción.

—¿No me va a despedir?

—¡No! ¿Por qué lo haría mi niña?

—Ay no sé jefa, con ustedes nunca se sabe. — digo avergonzada, ya la cagué, pero la jefa soltó una dulce risita y se sentó frente a mí.

—Bueno, eso podrías haberlo dicho cuando revisé tus antecedentes y no lo hice ¿no?

—En eso tiene toda la razón y se lo agradezco, pero ahora cuénteme el chisme que muero por saber.

La jefa me contó lo que estaba pasando y lo importante que sería para el jefe gruñón el que su familia volviera, me imploró que no le contara y obviamente eso hice, ni cuando se destapó el escándalo unos días después mis labios hablaron, fui una verdadera tumba y cada día que pasaba me contentaba ver a mi jefe con una sonrisa de oreja a oreja todas las mañanas, pero no todo en la vida era alegría para mí y de eso sería testigo y parte fundamental los meses que seguirían…

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