El Duomo.

Esta última semana había sido realmente interesante, nunca en mi vida había rechazado a tanta mujer en mi corta vida y la lista seguía sumando. No vayan a creer que es por mi ¡No! Me encantan los hombres, pero mi jefe se había puesto o muy quisquilloso o se le había dado vuelta la tortilla porque no entendía el motivo al desechar tanta propuesta del sexo opuesto.

¿Se acuerdan de que les dije que me gustaba la mitología? Pues estaba pensando en mi jefe el día de hoy y en qué dios mitológico lo podría encuadrar, pero seguía dándome vueltas.

Por el carácter era cien por ciento Hades, el dios del Inframundo, negro como la noche, pero con un poquito de luz bien escondida evocando a su Perséfone.

Por su astucia era como si viera a Hypnos o al guapote de Morfeo de la novela que estoy leyendo de Katja Brook, jugando con la mente de sus contrapartes como si se metiera en sus sueños o peor aún, en sus pesadillas.

Pero definitivamente en el amor aún no podía distinguirlo, con sus hermanas era como Eros, todo miel, pero con las mujeres que han sido sus citas era más parecido a Vidar, el dios nórdico hijo de Odín, ese que se escabullía como si nada. Diablos es que ya no sabía que excusa más dar al listado de señoritas que lo buscaba y en eso me encontraba hoy frente a él para indagar más y poder darle un cierre al tema.

Si hasta se me ocurrió preguntarle si era gay y casi, solo casi me fulminó con la mirada, de verdad debería hablar con sus hermanas, sobre todo con la señora Val que era la artífice de la mayoría de sus citas a ciegas, porque la señora Alma se molestaba cada vez que escuchaba que su hermano iba a salir con alguien.

Con el panorama más claro y no dudando de la masculinidad de mi jefe (después de la reprimenda y mis constantes carcajadas, internas obviamente) me quedé pensando en lo que había visto el otro día en que buscaba una libreta para hacer mis anotaciones. Fue ahí que me encontré con uno de sus diarios. Le eché una ojeada y wow, mi jefe de verdad que había sido una muy mala persona con la chica que le gustaba, pero lo que había leído me dejó un sinsabor en el estómago, él sufría de desamor y la chica llevaba desaparecida mucho tiempo.

¿Será que una persona puede seguir enamorada de alguien por tanto tiempo y no poder dejarla pasar?

¿Cómo será estar enamorado de alguien?

O mejor aún ¿Cómo será que alguien te ame con esa intensidad?

Estaba sentada en la sala de lectura del Duomo. Hoy mi queridísimo jefe tenía reunión con don Giacomo y me echó, sí me echó de la oficina para trabajar solos y yo quería saber quién era el tal Leonardo, pues con él me estaban comparando.

—Hola señorita López.—levanté la vista y me encontré con el guapísimo de Thor que me miraba de pies a cabeza.

—Ho… hola. Oh, perdón, ¿cómo está Jex?

—Ahora muy bien, ¿También vienes al Duomo? — ay si supieras…

—Estoy con mi jefe, necesitaba reunirse con don Gio.

—Ah, mira tú que bien y ¿Viene muy seguido? — ¿y a qué se debe tanta pregunta?, pensaba yo…

—Pues martes y jueves con don Enzo, para darles clases a los chicos.

—¿Clases?

—Sip, clases. Mi jefe y don Enzo son una maravilla de persona, se toman su tiempo para acompañarlos y apoyar a cada uno de los chicos que están aquí. Ellos los adoran.

—Mira tú eso es genial— dice tocándose el mentón y dios se me hizo agua… la boca, sí, la boca.

—¿Y usted también vendrá a dar clases? No lo había visto por acá?

—Puede ser. Tendría que ver los horarios y saber si tengo tiempo para hacerlo, pero no es mala idea.

Y ahí estaba yo, la muy babosas, ya me estaba imaginándome al Thor frente a mí en pantaloncillo y musculosa dando clases de...

—Señorita López, ha sido un gusto verla, pero ya me tengo que ir, me ha servido mucho su información

—Qué lástima…— digo sin pensar en que me está escuchando.

—¿Perdón?

—Nada, nada, también fue un gusto verle. Dele saludos a la señora Alma de mi parte.

—Sí, sí, por supuesto. Que tengas un lindo día.

—Ya se me hizo… Perdón, para usted también, Jex.— y dale con meter la pata hasta el fondo Daniela ¡qué te pasa?

Y ahí se va dejándome en las nubes, ¡Qué hombre!

—¿Terminaste? —mierda ¿En qué momento llegó el dios del Averno?

—Jefe, me asustó— del susto derramé toda mi deliciosa gaseosa y terminé con mis ojos llorosos, mientras mi querido jefecito se reía de mí como poseso, ¡qué rabia!

—Lo siento. Vamos que mamá nos espera para almorzar.

—Será a usted, jefe. Yo no estoy—le respondo y no me deja terminar de hablar.

—Ya le avisé que andaba contigo y te invitó.

—Wow, esto está de película, yo, Daniela López una simple mortal, almorzará con la reina y el tiburón de los tribunales, ¡señor qué he hecho para merecer este tremendo honor!

—Ya bájale, López. ¿O te quieres quedar aquí?

—No, no, no. Vamos jefecito lindo, usted manda.

—Me caes bien López, me caes bien.

—Y usted a mi jefecito.

—Ya cállate y vamos a comer, que muero de hambre.

Me iba a pagar el quedar toda pegajosa y avergonzada y ya estaba pensando en como sería mi dulce venganza.

Nos subimos al auto y justo una de sus conquistas me envió un mensaje…

—Mire jefe me escribió la señorita Roxana.

—¿Quién?

—La señorita con la que almorzó el jueves de la semana pasada.

—Ah ¿y qué quiere?

—¿Qué más va a querer? — si será bruto ( y sí, me estoy cubriendo la cara de la impotencia) — obvio que saber qué pasó que no la llamó más.

—Ah…— me responde ¡ME RESPONDE Y SE QUEDA ASÍ DE CAMPANTE! ¡DIOS! ¡¿QUÉ M****A HE HECHO EN MI VIDA PARA MERECER UN JEFE TAN, PERO TAN LENTO?!

—¿Y si le digo que se murió? No, no, me van a pillar, mejor que contrajo herpes con su última pareja y está en tratamiento. — las risas de don Luis y obviamente las mías estallaron de inmediato, en cambio mi jefe ya estaba rojo como tomate maduro y con ganas de fusilarme. Le gustó dejarme fuera de la reunión y después hacerme una broma, pues toma señor Scott, que dulce me salió mi venganza.

—¡López!

—Bromita, jefe. Le diré que le avisaré cuando tenga un tiempito ya que está ocupado con mucho trabajo, sí… Esa será la mejor excusa para todas.

Cuando llegamos al lugar donde almorzaríamos, me encontré con que a mi jefa y su hijo les gustaba un buen restaurante familiar, nada de cinco mil tenedores Michelin o cinco estrellas o como se les diga.

La señora Blue estaba esperándonos, pero lo que le sorprendió a mi jefe fue ver al caballero que parecía el dueño del lugar. El señor era un viejo tan amoroso y nos atendió como si fuéramos su familia y por lo que vi ellos también lo consideraban así pues le respondieron muchas veces lo mismo cuando él les preguntaba.

El almuerzo se mantuvo entre risas, pero lo que me sacó de foco fue la delicia de postre que me comí, un tiramisú hecho por los dioses, lo disfruté hasta el último trocito, si solo me faltó lamer el plato, definitivamente vendría con Sarita y a lo mejor, solo a lo mejor podría invitar a alguna cita así como en la historia de la dama y el vagabundo, para disfrutar en pareja rica pasta.

Pero todo quedó en un sueño cuando mis jefes recibieron la noticia de que la señora Alma estaba en el hospital, salimos casi disparados del lugar y mientras mis jefes se iban juntos yo me iba con don Luis para reagendar todas las reuniones de ellos y orando para que a la señora Alma no le pasara nada.

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