Un giro inesperado (2da. Parte)
El mismo día
El purgatorio
Levian
Para vencer de verdad, no basta con destrozar a tu enemigo. Eso es fácil. Cualquiera con fuerza puede romper huesos, desgarrar carne, derramar sangre. Pero eso no es poder. El verdadero poder es el que se teje en la sombra, en silencio, donde el enemigo ni siquiera sabe que ya ha perdido.
Para ganar, debes convertirte en un susurro. En una duda que se instala lento, que carcome desde dentro. Avanzar sin que te vean. Hacer que bajen la guardia, que se sientan seguros. Que crean que están al mando. Y justo cuando piensen que han comprendido las reglas… cambias el juego.
Confundir es el arte supremo. Es plantar una mentira con sabor a verdad. Es disfrazar el veneno de cura. Es hacer que el enemigo se pregunte si tú eres realmente el enemigo… o si lo es él mismo.
Y si alguna vez decides golpear, que sea el último movimiento, no el primero. Porque el que ataca sin pensar cava su propia tumba con las manos temblorosas de la ansiedad. Recuerda que la victoria