A tu lado (3era. Parte)
El mismo día
Moscú
Maskim
Algunos dicen que la vida empieza cuando te permites vivir. Yo no lo entendí… hasta que estuve al borde de perderla. El accidente no solo sacudió mi cuerpo, también quebró mi soberbia, esa armadura de responsabilidad, exigencia y distancia con la que solía justificar mi manera de amar.
Fue como abrir los ojos después de una larga oscuridad. De pronto, comprendí que lo esencial no estaba en los tribunales, ni en las causas ganadas, ni en el respeto que imponía. Lo esencial lo tenía cada noche al volver a casa, en los brazos de mi bailarina, en su risa suave, en sus silencios pacientes, en su forma de cuidarme sin condiciones. Katya…Mi Katya.
A pesar de mis días grises, de mis arranques de mal genio, de mi obsesión por ocuparme del mundo antes que, de mi propia vida, ella nunca soltó mi mano. Nunca. Y eso… no lo merecía. Había dejado nuestros sueños en segundo plano, creyendo que el tiempo nos alcanzaría más adelante. Pero el tiempo no espera. La vida tampoco.