Susurros, tentaciones y más (2da. Parte)
Dos días despuésCerca del Volga, MoscúMaskimLas reglas nos aprisionan, nos frustran, nos condicionan. Muchos dicen que son necesarias, que sin ellas el bien y el mal colisionarían en una danza sin forma, que el equilibrio se perdería como un suspiro en medio de la tormenta. Pero entonces surge la duda, tenue como un murmullo que se cuela en la conciencia: ¿Cuándo es justo romperlas? ¿Cuándo una transgresión deja de ser pecado para convertirse en acto de amor? Los humanos lo hacen todo el tiempo. Se equivocan, se redimen, piden perdón o ni siquiera eso, porque tienen el don —o el castigo— del libre albedrío. Yo no. Yo fui creado para obedecer, para vigilar sin intervenir, como un faro que guía, pero nunca toca el mar. Soy un ángel, un guardián, un soldado en la eterna cadena de lo divino, forjado en la obediencia y entrenado para no cuestionar las reglas, ni los designios de mis superiores.Ese era el problema conmigo, no podía seguirlas reglas, no cuando se trataba de Katya, había
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