Ojo por ojo (2da. Parte)
El mismo día
En el purgatorio
Katya
Muchos dicen que morirían por amor, pero en realidad… no lo hacen. Lloran un poco, escriben frases rotas en diarios que nadie leerá, se encierran en su mundo durante semanas y luego siguen con su vida. Para ellos, “morir por amor” es una figura, una exageración bonita. Un drama pasajero.
Pero hay otros. Muy pocos. Tan raros como los eclipses, tan valiosos como el oxígeno en medio del incendio. Ellos no lo dicen. Lo hacen. Aman con una intensidad que no tiene medida, ni lógica, ni salida de emergencia. Su amor no se agota con el tiempo, ni se rinde con las heridas. No se trata de gestos dulces o palabras susurradas, sino de actos tan irracionales, tan viscerales, que a veces rozan la locura. Son capaces de darlo todo… incluso la vida. No por orgullo. No por heroicidad. Sino porque su amor no conoce otra forma de existir.
Supongo que ni en mis peores pesadillas imaginé este final. Estar al borde de la muerte, atrapada en el purgatorio, prisionera de u