A tu lado (2da. Parte)
Unos meses después
Moscú
Katya
Supongo que estar al borde del abismo nos despierta. Nos arranca del letargo en que vivimos y nos obliga a mirar de frente la fragilidad de nuestra existencia. Cuando el silencio de la muerte roza tu piel, entiendes que nada —nada— es eterno. Ni el tiempo, ni los cuerpos, ni siquiera las promesas si no se alimentan cada día. Y es entonces cuando el alma se sacude, cuando lo esencial se vuelve visible y lo trivial… se disuelve como humo.
En esos instantes, las peleas estúpidas pierden sentido. Esas discusiones por detalles sin importancia, los enojos que nos separaban por orgullo o por cansancio, las palabras que no dijimos o las que dijimos mal… todo eso se vuelve minúsculo. Porque cuando sientes que puedes perder a quien amas, el mundo se detiene, y solo queda su nombre latiendo en tu pecho.
Yo estuve ahí. En ese punto donde el miedo se enrosca en el alma como una serpiente helada. Donde la incertidumbre muerde cada pensamiento. Y ahí lo entendí. Compre