Dos días después.
Pedro estaba desayunado, cuando recibió una llamada, fue al jardín a responder.
Ilse le miró confusa, pero no dijo nada.
Mientras tanto, en el comedor del jardín, Fely desayunaba junto a Pamela y su hijo.
La ambiciosa mujer no perdió la oportunidad de susurrarle al oído:
—Si logras que Mayte y Manuel se divorcien, recibirás mucho dinero, no lo olvides.
Pamela sonrió con ojos codiciosos.
—¿Qué puedo hacer?
—Debes meterte en la cama de Manuel, solo así Mayte nunca lo va a perdonar.
De pronto, un grito desgarrador interrumpió la conversación.
Pedro maldecía furiosamente por teléfono. Fely, presa del pánico, se apresuró a su lado.
—¿Qué pasa, amor? —preguntó con voz baja y temblorosa.
—Es algo malo —respondió Pedro, con la angustia reflejada en su rostro—. No pudieron conseguir los cambios de las pruebas de ADN, el técnico tuvo miedo y no hizo el cambio. Ahora urgentemente necesitamos hacer que la abuela se distraiga, que no recuerde esos análisis para que nos dé tiempo p