Afuera, Fely estaba frustrada.
La rabia y la impotencia burbujeaban en su interior, como un volcán a punto de erupcionar.
La fiesta en el salón de Bella Antica continuaba, pero para ella, todo había perdido su brillo.
Ilse se acercó a ella, su madre, y la abrazó con fuerza, intentando transmitirle un poco de consuelo en medio de la tormenta de emociones que la envolvía.
—Cálmate, hija. Perdona a Martín, ha estado muy tenso, por eso actúa así. Esto es todo culpa de Mayte. Ella pagará caro por esto, lo prometo —dijo Ilse, su voz llena de una determinación que resonaba en el corazón de Fely.
Fely le sonrió, pero el gesto fue efímero.
Su suegra le sonrió y luego se apartó, Fely la miraba con una mezcla de ira y frustración.
La observó alejarse y, en su mente, una tormenta de pensamientos oscuros se desataba.
“Estúpida Ilse, si supieras cuánto te odio, igual que a Mayte. Las dos han arruinado mi vida. Si tú, Ilse, hubieses muerto y dejado tu dinero a Pedro, no estaría sufriendo tanto, ahora