Braulio dio un paso brusco hacia el hombre, movido por un impulso feroz que no pudo contener.
Le tomó del cuello de la camisa con tanta fuerza que el tejido se tensó y casi se rasgó. Sus ojos, normalmente serenos, brillaron con una violencia que dejaba claro que había perdido el control.
—¿Y por qué estaría celoso? —escupió entre dientes—. Dime, ¿por qué? ¿Acaso hay una razón que tú conozcas y yo no?
El aire se volvió pesado, cargado de tensión.
El otro hombre lo miraba con una mezcla de desafío y miedo, pero no logró articular palabra.
Aurora, que estaba sentada a unos metros, sintió cómo su corazón se encogía de angustia al verlos pelear así por ella… o por algo que no lograba comprender del todo.
Intentó levantarse, con la intención de intervenir y detenerlos, pero apenas se puso de pie, una sensación extraña se apoderó de su cuerpo.
Primero fue un malestar ligero, una punzada en el estómago, algo que creyó pasajero.
Pero en cuestión de segundos aquel dolor se volvió más agudo, como