—No puedo creer que esa perra tuviera a mi sobrina sin esperarme. ¡Esto es un ataque frontal que no pienso perdonar tan fácil! ¡¿Cómo no pensó en cerrar las piernas un ratito?! Yo debería estar ahí, junto a ella, al igual que lo hice con Karla. Ninguno de estos hombretones tiene mi capacidad de padre.
—Te estoy escuchando, por si no te das cuenta. —Aledis observó a Elián desde su posición en la cama.
Se encontraba exhausta y dolorida, lo que menos le apetecía era soportar los gritos de esa loca marica. Su amigo frunció el ceño y esbozó una mueca asqueada.
—Elián, mi esposa estuvo sufriendo durante doce horas para traer a nuestra hija al mundo, fue un parto difícil y no podíamos esperar a que tú terminases tus juegos en la sacristía.
Aledis observó a su esposo e hizo el intento de sonreír. Estuvo junto a ella en todo momento, incluso cuando Cristian se desmayó junto a Karla al primer alarido que dejó escapar. A ese rubio no le hacía falta ver sangre para perder el sentido, al menor