CAPÍTULO 55: EL CICLO DE LA LUNA
Gael vio cómo las adolescentes se acercaban a Nayara esa mañana. Él estaba cargando cajas con decoraciones para la plaza central cuando escuchó sus voces tímidas, vacilantes.
—Nayara… ¿nos ayudarías? —preguntó una de ellas.
Gael se quedó inmóvil, observando desde la distancia. Recordó perfectamente aquellas fiestas. Él, de adolescente, solía odiar las tareas decorativas hasta que empezó a compartirlas con Nayara. En aquel entonces, aún no sabían que eran compañeros destinados. Solo se llevaban bien. Reían demasiado. Discutían por los colores de los manteles o la ubicación de las mesas, y terminaban arreglándolo todo con una mirada.
Después, cuando se descubrió el vínculo, siguieron con esa rutina. Solo que ahora había gestos más cómplices. Él subió a un banco, colgando los faroles, mientras ella le pasaba las cintas. Ella corría de mesa en mesa acomodando flores, mientras él cargaba cajas de pan y bebidas con una sonrisa que le nacía en el alma.