CAPÍTULO 53 LA HORA EN QUE EMPIEZAN LOS CAMBIOS
El bosque comenzaba a perder la oscuridad densa de la madrugada cuando Nayara regresaba por el sendero del este. Las botas húmedas, el cabello recogido en un moño flojo y los ojos cansados. Había caminado durante horas, pero no era el cuerpo lo que la arrastraba, sino el alma. Esa parte interna que aún intentaba encontrar su sitio, entre recuerdos que dolían y gestos que, aunque sinceros, no alcanzaban para borrar el pasado.
La guardia nocturna había sido tranquila. Apenas un par de movimientos entre la espesura, animales salvajes que no representaban amenaza. Y Gael. Gael caminando a su lado con la quietud de quien ya no necesita decir más de lo que sus actos revelan. No intentó hablarle de lo que fue ni de lo que pudo haber sido. Solo compartió el silencio, como si entendiera que hay heridas que solo se honran con presencia y no con palabras.
Habían recorrido juntos los límites del sur, cruzado por el arroyo y vuelto por el viejo