CAPÍTULO 52: ELEGIR VOLVER, AUNQUE DUELA
El alba traía consigo una tibieza que no alcanzaba a calentar el pecho.
La luz entraba por la ventana como un velo dorado que se extendía sobre el piso de madera, pero esa calidez no lograba atravesar la coraza invisible que llevaba encima desde que había regresado.
Nayara abrió los ojos con lentitud, abrazada al silencio de su habitación. Las sábanas aún guardaban el calor de una noche inquieta; no había pesadillas esta vez, pero tampoco había paz. En su lugar, un murmullo constante golpeaba contra su mente, como un tambor lejano que no podía dejar de oír: “ellos me miran distinto”, “ellos me desterraron”, “ellos me necesitan otra vez”.
La decisión de volver no había nacido de un impulso ni de un arrebato, sino de un momento preciso que se le había quedado grabado: aquel banco de madera, el helado derritiéndose entre sus dedos, y una fila de lobos acercándose uno por uno. No pedían perdón en masa, no recitaban disculpas ensayadas; la mirab