Gael ...Era ahora un hombre solo… tratando de reconstruirse desde las cenizas.
Había renunciado al mando. No porque alguien se lo exigiera, sino porque su corazón no soportaba la idea de seguir dirigiendo un lugar que había traicionado a quien más amaba, lo había hecho con él a la cabeza. Él había fallado. A Nayara. A su gente. A sí mismo.
Ahora su tío Kael —el verdadero heredero, el Alfa que había sido exiliado injustamente— lideraba con la fuerza tranquila de quien fue forjado en la soledad. Gael lo respetaba y lo apoyaba en todo. Porque sabía que debía aprender de nuevo, desde abajo.
No para demostrarle nada a nadie, ni siquiera a Nayara. Sino para que algún día, cuando se mirara al espejo, pudiera ver a un hombre que merecía respeto.
Por eso se levantaba temprano.
Antes del amanecer.
Se colocaba la ropa de entrenamiento y bajaba al claro. No usaba más el uniforme de Alfa.
Solo era uno más entre los suyos.
Volvió a entrenar con los guerreros jóvenes.
A limpiar las