Punto de vista de Nayara
El bosque era denso, profundo y oscuro, pero a la vez familiar. La humedad de la tierra subía por sus pies como un susurro antiguo. El viento acariciaba las hojas con una suavidad casi maternal. Pero dentro de ella, nada era calma. Nada era paz.
Había corrido sin mirar atrás. Sin medir los pasos ni el cansancio. Se alejó de todos, de la plaza, de los ojos que la miraban como si fuera una diosa… o una amenaza. Se alejó también del eco de su propia voz, cuando decidió cortar el vínculo con Gael. Pero, en lo profundo de su pecho, algo no estaba del todo roto.
Cuando su cuerpo no soportó más el dolor de ser loba por dentro y humana por fuera, cayó de rodillas en la tierra húmeda, y dejó que su forma verdadera emergiera. La transformación fue rápida, casi desesperada. Su loba estalló desde dentro con un rugido mudo, impulsada no por rabia sino por la urgencia de escapar del dolor humano.
La piel blanca como la luna se tensó; los músculos crujieron como ramas vie