El aire entre ellos se volvió más denso. Logan suspiró, y su voz salió más áspera de lo normal.
—Nara… si ya sabes cómo es Nathan y lo que esta boda significa para él, ¿por qué insistes?
Ella lo miró fijamente, sin bajar la cabeza.
—Porque, a diferencia de él, yo sí lo quiero —dijo con firmeza, y aquellas palabras lo atravesaron como un cuchillo—. Para mí no es un matrimonio por negocios.
Logan apretó la mandíbula. Sintió un nudo en la garganta, una mezcla de rabia, tristeza y algo peor: culpa.
—¿Qué haces despierta a esta hora? —preguntó, intentando cambiar el tema con torpeza.
—Estaba viendo algunos diseños para las invitaciones de la boda —respondió ella, girándose un poco hacia su habitación.
—Faltan meses todavía —dijo Logan con desdén, sin poder contener el fastidio.
Nara lo observó en silencio un momento, con ese gesto que mezclaba ternura y molestia.
—Oye, ya sé que no te agrada Nathan —dijo finalmente—. Y créeme, el sentimiento es mutuo, él tampoco te soporta. Pero él será mi