La semana del evento al fin había llegado. Palermo amaneció envuelta en un aire expectante, como si toda la ciudad respirara al compás del nombre de Nathan Force y su imperio, Force Corporation. Era el evento de moda más anticipado del año, el primero bajo su dirección total después de meses de preparación, viajes, y noches enteras sin dormir revisando telas, cortes y bordes.
Nathan no era un hombre que mostrara nervios, pero esa noche algo lo traicionaba: el leve tamborileo de sus dedos sobre la copa de vino que sostenía. Su expresión seguía fría, su porte impecable, pero sus ojos… esos reflejaban una tensión que no solía permitirse.
El salón principal del hotel donde se realizaría el desfile era una obra maestra. Lámparas de cristal colgaban del techo, proyectando destellos dorados sobre las paredes recubiertas con terciopelo gris perla. La pasarela, larga y perfectamente iluminada, cruzaba el centro del salón como un río de luz. A los costados, filas de sillas tapizadas en blanco h