Seduciendo al rey de la mafia 29. Detente
En los últimos días, me di cuenta de que los trabajadores apenas se acercaban a mí y, en caso de hacerlo, lo hacían con utensilios de plástico. Exploraba la casa y observaba que la mayoría de las habitaciones estaban cerradas con llave. No tenía autorización para acceder a zonas adicionales como la cocina, lo que me limitaba las posibilidades de huir.
Mientras estaba sentada en el sofa, un hombre de aspecto lánguido, cabello griseado y lentes que desprendían elegancia.
—Señorita Montenegro he sido solicitado por el señor Bianchi para confeccionarle prendas a medida. Le solicitaré amablemente que me ayude y se ponga de pie para poder medir sus medidas.
Mi mirada gélida estaba fija en él. —¿Mis medidas? —reía de manera visceral. —No voy a darle absolutamente nada.
—Le ruego que me brinde su colaboración, señorita.
Ignoraba lo que decían hasta que uno de los guardias se aproximó a mí. —Señorita Montenegro, es necesario que trabaje en conjunto con el señor Garrido, evitemos tener que hac