Seduciendo al rey de la mafia 28. ¿Qué quieres conmigo?
A través de los amplios ventanales, la luz solar se colaba en la habitación, inundándola con un resplandor acogedor y cálido. En la habitación, el aire llevaba consigo el delicado perfume de las flores que la inundaban, destacando sus tonos vivos frente a la atmósfera gélida del lugar. Me senté en una silla de patas doradas, y aunque el lujo me rodeaba, sentía cómo cada pétalo era un recordatorio de mi cautiverio.
La puerta se abrió con un suave crujido, y una empleada, ataviada con un modesto uniforme, se aproximó a mí con una bandeja. Encima, unos aperitivos meticulosamente elaborados y una taza de té que humea. Sin embargo, no sentía ganas de comer. Dirigí la vista hacia la ventana, haciendo caso omiso de la bandeja como si comer significara recibir mi orden de muerta.
—Piccola principessa(pequeña princesa) —Resonó una voz ronca y masculina que atravesó el silencio, impregnando el aire con su acento italiano. Sería conveniente que ingieras alimentos. Te aseguro que no he adulterad