LÍA
La discusión con mi papá había terminado hacía apenas unos minutos, pero el eco de sus palabras todavía retumbaba en mi cabeza como si no quisiera darme un respiro. El aire de la habitación estaba cargado, pesado, como si las paredes supieran que algo malo se acercaba.
Me senté en la orilla de la cama, intentando convencerme de que todo estaba bajo control, aunque en el fondo sabía que no era así. Cada latido de mi corazón me recordaba lo frágil que era esa falsa calma. Escuché pasos en el pasillo. La puerta se abrió y Dalton entró con el ceño fruncido. Jonathan lo seguía, igual de serio.
— ¿Estás seguro de lo que dices? —Le preguntó Dalton directamente a mi papá, con esa voz grave que usaba cuando estaba evaluando si creer o no lo que oía.
Jonathan no dudó.
— Sí. De lo contrario, no me estaría mandando este mensaje —. Le extendió su teléfono, y Dalton lo tomó para revisarlo.
Yo me levanté, cruzando los brazos.
— ¿Te pusiste en contacto con alguien más? —Preguntó Dalton, dejando el