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—Son mías, joder, ve a buscar lo tuyo.

Serena se carcajeó y tomó al gato entre sus manos, apretándolo contra su pecho y acercando su rostro al suyo, riendo ante sus maullidos y ronroneos

—Te he echado mucho de menos —el gato levantó sus orejas y soltó un largo maullido, sacando su lengua—. ¿Por qué me dejaste? ¿Dónde habías estado?

—Follándose a media ciudad. Solo que ahora tiene hambre y viene acá. Es un interesado del diablo. ¿Cuántos hijos has dejado regados hasta ahora?

El bicho se echó de estómago y rugió, mientras Serena le acariciaba y reía con ganas, sacudiendo la cabeza en señal de desacuerdo.

—Él no ha dejado abandonado ningún hijo y si tiene alguno, él se hará responsable, porque es un buen chico —sus dedos mimaron entre sus orejas y obtuvo un nuevo ronroneo más agudo—. ¿Verdad, mi Copito?

Daniel colocó una mano sobre su pelaje, pasando sus uñas bruscamente a su alrededor, recibiendo un rugido del animal, que se agitó y le mostró los dientes.

—Al parecer, al buen chico le g
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