Serena seguía sin creer lo que su primo le acababa de decir, pero recordó su advertencia: “No te creas todo lo que te diga”. Seguramente solo era una broma y en cualquier momento él se reiría y desmentiría todo.
—¿Por qué te ríes, nena? —preguntó Daniel.
La sonrisa de Serena se borró y el silencio volvió a caer entre ambos.
—Me gustas, Serena. Me gustas mucho.
Las palabras de Daniel seguían haciendo eco en la mente de Serena, quien no se había movido ni un centímetro mientras sentía como su corazón se agitaba con tanta desesperación. Su mano tembló y por poco se le caía el helado, hasta que fue llevada devuelta a la realidad.
—¿Te vas a quedar ahí? —Daniel dijo cuando notó que Serena no seguía sus pasos.
—¿Ah?
Serena solo pudo atinar a observar como su primo le arrebató el helado y se lo comió de un bocado, pasando su lengua por sus labios. Daniel jaló el brazo de Serena cuando observó como ella seguía sin reaccionar del todo. La guio hasta el interior de la tienda.
Después de unos mi