-¡No lo harías! Ya lo dijiste, no quieres hacerle daño.
-Tengo más de trece años aguantándome las pataletas de esa mocosa porque nos vio en el
estudio, ya lo sabe... A mí aún me odia, ¿qué crees que va a pasar cuando se entere que eras tú? Mejor invéntate algo, déjala para que no sufra tanto, porque de enterarse de lo que pasó entre nosotros te va a odiar, de eso que no te quede la menor duda, porque a mí, que soy su propia madre, no me lo perdona. Pasan los años y esa niña me lo sigue echando en cara. Tú veras -dijo caminando hacia la puerta -Tienes dos opciones: o la dejas por las buenas o ella se enterará y te odiará... -continuó con su habitual tono condescendiente, sintiéndose ganadora, aunque en realidad, no quería tener que ser la que tuviese que develar aquello, prefería que él la dejara.
Cuando Tilza llegó a la puerta, se encontró con su hija con los ojos llorosos, con el rostro
trasfigurado, mientras que ella no pudo hacer otra cosa que quedarse estupefacta. Se suponía que C