La ceremonia fue acogedora, solo para la familia, unas sesenta personas por parte de Santiago y unas escasas veinte por la de Christina. No hubo dama de honor, en cambio, el ramo de flores de la novia fue sostenido y el velo fue arreglado con ahínco, por Andres que lucía muy elegante, ataviado en un traje de tres piezas color lila oscuro, a juego con la decoración de toda la boda. A la salida de la iglesia para ver a Christina, aguardó Tilza, quien lloraba en un torbellino de emociones indescifrables. Sentía algo parecido a la felicidad por ver a su hija tan bella con su vestido de novia y tristísima por ver a su futuro exmarido, Darwin, en compañía de otra mujer. Una muy simpática, que le habían presentado hacía dos meses atrás sus hermanas.
La relación entre madre e hija siguió siendo complicada y prácticamente inexistente. Dejaron de hablarse después de que Christina le reclamase lo que le había hecho a Santiago, tildándola de acosadora sexual y echándole en cara cómo se había apro