Santiago un hombre atractivo, guapo, seductor de mujeres, es interesado por Christina una mujer noble, enamorada de la vida y entregada a un solo hombre, pero la rutina acaba la magia de ese matrimonio, la inconformidad y la traición obliga a la ruptura de Frank y Christina. Al transcurrir el tiempo, Christina conoce a este hombre seductor, quien ha estado interesado y ha tenido curiosidad de ella desde hace mucho tiempo y que anhela enseñarle cómo es tener una relación llena de placer y deseos inalcanzables. ¿La Pasión y el Deseo los embargara después de conocerse? ¿Dejara Christina que Santiago la seduzca? ¿Santiago cumplirá el deseo de tenerla y cumplir sus más impuros deseos con ella?
Ler maisTenía una adicción y fascinación, una locura particular por los gemidos femeninos. De adolescente, cuando besaba a una chica, siempre estaba atento a la velocidad de la respiración, a la intensidad de los jadeos, al tono que adquiría la voz de esta al estar excitada.
La peli roja se relamió los labios. Sin percatarse, se inclinó, dejando ver el bonito escote que enmarcaba el par de pechos generosos, sobre el escritorio donde estaba el pan y aspiró el aroma de los rollos de canela recién horneados. Santiago aguzó el oído y observó la garganta de la mujer, que movió los labios hacia delante con sutileza, para finalmente entreabrirlos. Casi podía sentir cómo sus cuerdas vocales se ponían en funcionamiento para gemir. Le gustaba mucho las vocalizaciones femeninas, por lo que permaneció expectante para escuchar los sonidos que emitiría la dama, sin embargo, ese gusto tomó mayor degustación, cuando escuchó a la amiga de enfrente tener sexo, su madre lo envió, al hogar de la amiga, a entregarle un asunto que les había llegado por error a casa. Tras tocar y llamar varias veces y no recibir ninguna respuesta, miró hacia el estacionamiento en donde estaba el auto de la mujer, cuestión que le convenció de su presencia. Camino a la parte posterior de la casa en dirección al patio trasero, con el propósito de tratar de encontrarla para notificarle del paquete, aquella mujer a él le parecía hermosa, por lo que nunca perdía oportunidad de verla. La sorpresa, fue encontrarla contra la pared del estacionamiento, mientras el portero de turno la empotraba una y otra vez. Santiago se quedó perplejo e inmóvil ante la impresión que le genero aquella escena que, hasta ese momento, solo había conseguido observar un par de veces en alguna película pornográfica en compañía de sus primos. Así que ser testigo de aquello, de una manera en vivo, fue un suceso que marcó un antes y un después en su vida, la carga erótica del acontecimiento fue tan potente, que le causó una inmediata erección que le templó la tela de los pantalones. Por más que intentó alejarse del lugar, no pudo. Parecía que tenía los pies pegados al suelo. Incluso, sin percatarse, arrugó el papel que envolvía el paquete en un reflejo automático de impotencia. Era como tener parálisis del sueño. Ella, con el rostro contorsionado por el placer, excitada, sudada, con las piernas cruzadas en la cintura de aquel hombre que arremetía contra su cuerpo sin parar, a un ritmo vertiginoso y que la hacía gritar los más primorosos jadeos. Inclusive, siendo adulto, podía recordar, la forma exacta de cómo lucían esos labios entreabiertos de la mujer, así como también sus hermosos ojos que, poco a poco, consiguieron focalizar que afuera, en medio del patio, estaba la hija adolescente de la vecina mirándola. La expresión del rostro de la mujer cambió, pasando de la excitación al horror en una fracción de segundo. Pero para sorpresa de Santiago, las facciones volvieron a mutarle, pasando a verse más pervertida y excitada al ser consciente de que él la observaba. Tener publicó la excitó y la hizo gemir más. Cuando ella «termino», él consiguió salir del trance en el que se encontraba, arrastrando sus extremidades endurecidas fuera de allí. Al llegar a casa, le mintió a su madre, explicando que la vecina no estaba. Subió las escaleras con rapidez hasta llegar a la habitación, echó el pestillo de la cerradura para evitar intromisiones de su hermanita y se bajó los pantalones con manos temblorosas, para luego proceder a darse alivio. Terminó tan rápido que le dolió el cuerpo, incluso le costó respirar por un par de segundos. Nunca en la vida había experimentado un orgasmo tan potente… Hasta el día siguiente. Al llegar a la sala, paralizándose al encontrar a la vecina conversando con su madre de forma amistosa, con el paquete, que no fue entregado el día anterior, en el regazo. Se veía hermosa en un vestido rojo que dejaba entrever una buena porción de sus piernas cruzadas. Al verlo, la mujer le mostró una brillante sonrisa impostada y le dedicó, con disimulo, una mirada ladina, llevándose la taza de café a los labios. —¡Qué grande está Santiago! —expresó. Santiago se sintió nervioso, pero tras analizar la situación, encontró sosiego al pensar que la vecina de ninguna manera le contaría a su madre sobre lo ocurrido, no le convenía. —¿Me prestas a Santiago un momento? —preguntó con naturalidad la vecina, al verlo entrar a la estancia—. Es que necesito bajar unas cosas del deposito, presté la escalera a un vecino y no me la ha devuelto. La madre de santiago, miró a su hijo que no hizo ningún tipo de gesto contrario y concedió el deseo de la mujer. Ella le invitó a tomar asiento, la mujer le sonrió, caminó haciendo gala de un contoneo insinuante, hasta rodear el sillón en donde él se encontraba sentado. Le acarició los hombros en un supuesto masaje y le susurró al oído con pericia femenina que lo notaba muy tenso y nervioso. Luego, exhaló su aliento tibio contra la piel del cuello masculino, produciéndole una reacción en cadena en el cuerpo, que lo obligó a cruzar la pierna y ocultar la entrepierna con un cojín. —Ven, acompáñame, necesito ayuda en mi habitación —dijo antes de marcharse, dejándolo solo en la sala. Tras conseguir tomar la cordura, fue en búsqueda de la vecina. La encontró sentada en el borde de la cama de piernas cruzadas, calzando solo un par de zapatos de tacón de color rojo claro, que rato antes habían combinado con el vestido rojo y en ese momento. La cuestión era muy simple. Santiago era un adolescente bien parecido y según lo que ella podía entrever por el bulto en sus pantalones, bien dotado. Ella le aseguró que todo iba a salir bien, Santiago jamás olvidó la sensación de las suaves manos abriéndole el pantalón, así como tampoco, verla haciendo movimientos de arriba abajo, hasta succionar con soltura y gemir. En el transcurso de casi un año, él pasó de ser un chico muy problemático en la escuela, a ser uno tranquilo. Solo existían dos cosas importantes en ese momento para él: sexo con aquella mujer y sacar buenas notas con el fin de que sus padres no tuvieran excusas para no dejarlo salir. Su vida dio un giro drástico debido a la desigualdad de aquella relación clandestina, para bien o para mal, aquella mujer significó una transformación sin precedentes en Santiago, no fue hasta que sus padres decidieron mudarse de la ciudad.La ceremonia fue acogedora, solo para la familia, unas sesenta personas por parte de Santiago y unas escasas veinte por la de Christina. No hubo dama de honor, en cambio, el ramo de flores de la novia fue sostenido y el velo fue arreglado con ahínco, por Andres que lucía muy elegante, ataviado en un traje de tres piezas color lila oscuro, a juego con la decoración de toda la boda. A la salida de la iglesia para ver a Christina, aguardó Tilza, quien lloraba en un torbellino de emociones indescifrables. Sentía algo parecido a la felicidad por ver a su hija tan bella con su vestido de novia y tristísima por ver a su futuro exmarido, Darwin, en compañía de otra mujer. Una muy simpática, que le habían presentado hacía dos meses atrás sus hermanas.La relación entre madre e hija siguió siendo complicada y prácticamente inexistente. Dejaron de hablarse después de que Christina le reclamase lo que le había hecho a Santiago, tildándola de acosadora sexual y echándole en cara cómo se había apro
Cuando las lágrimas aparecieron cortándole la respiración, le pidió que no parara. No quería que se detuviera, quería seguir sintiéndolo así, mientras la penetraba rudamente para su placer y no el de ella. Santiago se dejó llevar, porque tenía demasiado tiempo deseando tomarla duro, tosco, sin miramientos, escuchándola resoplar jadeante ante la excitación que la embargaba. Christina se le enterraba en los sentidos, en lo más profundo de su ser, la amaba demasiado.-Adoro cómo se siente tu coño alrededor de mí, cómo lates, cómo te aprietas, eres perfecta.-Más... -rogó Christina que comenzaba a ver borroso.Santiago gruñó apretando los dientes y aceleró sus movimientos, pronunciando el sonido degolpeteo que se producía cuando su pelvis chocaba con el trasero de su novia.-Me... me vengo, me vengo -gritó Christina, notando cómo sus fibras se estremecían.Santiago, disfrutó de las contracciones reiteradas de su coño, a intervalos vertiginosos, que lo hicieron perder el control, embebido
-La galleta... la galleta la tenía entre las piernas...Christina respiró profundo, le faltaba el aire. El ritmo cardiaco le iba en aumento, al notar como él le abría los pantalones y pasaba la lengua de forma pausada por su vientre bajo, estremeciéndola.-Continúa, amor.Santiago tomó el borde de la ropa interior color azul claro, para deslizarla hacia abajo yacariciar su pubis, con su mejilla. Disfrutó de escuchar los preciosos jadeos que sedesprendían de aquellos labios rosas entreabiertos. Le gustaba enrojecer aquella piel de alabastro y tentarla de a poco, hasta hacerla perder el control.-Anda, dime, ¿qué pasó con la galleta?-Tú te acercabas y yo te preguntaba si... -Christina negó con la cabeza entre risas-. Tepreguntaba... ¿quieres comerte mi galleta? -Santiago alzó el rostro, dedicándole una mirada lasciva que la excitó y la hizo continuar con el relato-, entonces tú te agachaste y... me comiste, me lamiste toda.Él apoyó el codo en la manta y colocó la mejilla contra su
Los primos de Santiago llegaron haciendo escándalo, venían del pueblo y traían consigo vino y un gran pastel para Christina.-Mira preciosa, tiene almendras fileteadas.-¿No te gustan las almendras? -preguntó el primo de Santiago, preocupado de no haberescogido bien.-Me encantan. Amo las almendras fileteadas.-Sí, sí, son sus favoritas -aseguró Santiago sonriéndose ladino, mientras veía a su noviasonrojarse.-Te estás pasando -susurró a su oído apenas estuvieron solos.-Te encanta que te de almendras fileteadas. -Rio con picardía, manoseándole el traseroimpúdicamente.Todos en la casa, fueron testigo de lo bien que le hacia la presencia de Christina a Santiago. Lucía enérgico, feliz y le había vuelto el buen semblante tras pasar una sola noche a su lado. Sus primos, por más que trataron de levantarle el ánimo en las últimas semanas, no consiguieron una mejoría significativa, mientras que ella apareció con simpleza, como el sol por la mañana, revitalizándolo.La familia celebró el
Cuando volvió a abrir los ojos, la luz de la mañana se colaba por la ventana. Estaba sola en la cama y un delicioso aroma provenía de la cocina. El estómago le rugió en señal de protesta, por lo que se apresuró a lavarse los dientes para ir a satisfacer la apremiante hambre que la mortificaba, tanto de alimentos, como de ganas de manosear a cierto hombre.-¿Por qué estás despierta? Te iba a llevar el desayuno a la cama.Christina se acercó y lo abrazó desde atrás, restregando su rostro contra su espalda, aspirando con fuerza.-Hueles tan rico. Me hacía falta olerte.-Dame un beso -pidió Santiago girando hacia ella.Christina posó ambas manos en sus mejillas y le dio un par de besitos suaves y al terminar froto su nariz con la suya.-Aliméntame, por favor, necesito mucha energía, hoy es un día importante.-Sí, lo sé.-Hoy haremos maratón de sexo y comida, hasta que desfallezcamos.-¿Qué? -preguntó Santiago riendo-, creo que no estamos pensando en lo mismo.-Cielo te voy a dar durísimo.
-No te odie, mentí, solo te amé dolorosamente -admitió sollozando-. Lo siento, no debípensar en mentirte.Sí algo comprendió Christina, en la ausencia de Santiago, fue que el roce era algo fundamental para la vida. El acto amatorio de juntar piel con piel era necesario, sin ello, carecía de sentido o propósito. Por eso no dudó en dar un paso adelante y lo jaló por el cuello, atrayéndolo con premura hacia sus labios para sellar aquel encuentro como un trato, uno en donde decidieron nunca más estar separados, con un beso apasionado. Santiago la besó consonante, mordiéndole los labios para que no pudiera escapar de la lujuria que le corría por las venas. Ella lo asió, jalándole el cabello, besándolo con ansias. Luego se separó de él un segundo, lo escrutó con atención, como si viese sus facciones por primera vez y le dijo que lo amaba de una manera intensa, contundente, para después exigirle más. Quería más besos, más caricias, todo el roce de su cuerpo.-Christina... te amo, perdóname,
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