Seducida Por el CEO

Seducida Por el CEOES

Urbano
Última atualização: 2025-05-31
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Índice

Santiago un hombre atractivo, guapo, seductor de mujeres, es interesado por Christina una mujer noble, enamorada de la vida y entregada a un solo hombre, pero la rutina acaba la magia de ese matrimonio, la inconformidad y la traición obliga a la ruptura de Frank y Christina. Al transcurrir el tiempo, Christina conoce a este hombre seductor, quien ha estado interesado y ha tenido curiosidad de ella desde hace mucho tiempo y que anhela enseñarle cómo es tener una relación llena de placer y deseos inalcanzables. ¿La Pasión y el Deseo los embargara después de conocerse? ¿Dejara Christina que Santiago la seduzca? ¿Santiago cumplirá el deseo de tenerla y cumplir sus más impuros deseos con ella?

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Capítulo 1

1

Tenía una adicción y fascinación, una locura particular por los gemidos femeninos. De adolescente, cuando besaba a una chica, siempre estaba atento a la velocidad de la respiración, a la intensidad de los jadeos, al tono que adquiría la voz de esta al estar excitada.

La peli roja se relamió los labios. Sin percatarse, se inclinó, dejando ver el bonito escote que enmarcaba el par de pechos generosos, sobre el escritorio donde estaba el pan y aspiró el aroma de los rollos de canela recién horneados. Santiago aguzó el oído y observó la garganta de la mujer, que movió los labios hacia delante con sutileza, para finalmente entreabrirlos.

Casi podía sentir cómo sus cuerdas vocales se ponían en funcionamiento para gemir. Le gustaba mucho las vocalizaciones femeninas, por lo que permaneció expectante para escuchar los sonidos que emitiría la dama, sin embargo, ese gusto tomó mayor degustación, cuando escuchó a la amiga de enfrente tener sexo, su madre lo envió, al hogar de la amiga, a entregarle un asunto que les había llegado por error a casa. Tras tocar y llamar varias veces y no recibir ninguna respuesta, miró hacia el estacionamiento en donde estaba el auto de la mujer, cuestión que le convenció de su presencia.

Camino a la parte posterior de la casa en dirección al patio trasero, con el propósito de tratar de encontrarla para notificarle del paquete, aquella mujer a él le parecía hermosa, por lo que nunca perdía oportunidad de verla. La sorpresa, fue encontrarla contra la pared del estacionamiento, mientras el portero de turno la empotraba una y otra vez. Santiago se quedó perplejo e inmóvil ante la impresión que le genero aquella escena que, hasta ese momento, solo había conseguido observar un par de veces en alguna película pornográfica en compañía de sus primos.

Así que ser testigo de aquello, de una manera en vivo, fue un suceso que marcó un antes y un después en su vida, la carga erótica del acontecimiento fue tan potente, que le causó una inmediata erección que le templó la tela de los pantalones. Por más que intentó alejarse del lugar, no pudo. Parecía que tenía los pies pegados al suelo. Incluso, sin percatarse, arrugó el papel que envolvía el paquete en un reflejo automático de impotencia. Era como tener parálisis del sueño. Ella, con el rostro contorsionado por el placer, excitada, sudada, con las piernas cruzadas en la cintura de aquel hombre que arremetía contra su cuerpo sin parar, a un ritmo vertiginoso y que la hacía gritar los más primorosos jadeos.

Inclusive, siendo adulto, podía recordar, la forma exacta de cómo lucían esos labios entreabiertos de la mujer, así como también sus hermosos ojos que, poco a poco, consiguieron focalizar que afuera, en medio del patio, estaba la hija adolescente de la vecina mirándola. La expresión del rostro de la mujer cambió, pasando de la excitación al horror en una fracción de segundo.

Pero para sorpresa de Santiago, las facciones volvieron a mutarle, pasando a verse más pervertida y excitada al ser consciente de que él la observaba. Tener publicó la excitó y la

hizo gemir más.

Cuando ella «termino», él consiguió salir del trance en el que se encontraba, arrastrando sus extremidades endurecidas fuera de allí. Al llegar a casa, le mintió a su madre, explicando que la vecina no estaba. Subió las escaleras con rapidez hasta llegar a la habitación,

echó el pestillo de la cerradura para evitar intromisiones de su hermanita y se bajó los pantalones con manos temblorosas, para luego proceder a darse alivio. Terminó tan rápido que le dolió el cuerpo, incluso le costó respirar por un par de segundos. Nunca en la vida había experimentado un orgasmo tan potente… Hasta el día siguiente.

Al llegar a la sala, paralizándose al encontrar a la vecina conversando con su madre de forma amistosa, con el paquete, que no fue entregado el día anterior, en el regazo. Se veía hermosa en un vestido rojo que dejaba entrever una buena porción de sus piernas cruzadas. Al verlo, la mujer le mostró una brillante sonrisa impostada y le dedicó, con disimulo, una mirada ladina, llevándose la taza de café a los labios.

—¡Qué grande está Santiago! —expresó.

Santiago se sintió nervioso, pero tras analizar la situación, encontró sosiego al pensar que la vecina de ninguna manera le contaría a su madre sobre lo ocurrido, no le convenía.

—¿Me prestas a Santiago un momento? —preguntó con naturalidad la vecina, al verlo entrar

a la estancia—. Es que necesito bajar unas cosas del deposito, presté la escalera a un vecino y no me la ha devuelto.

La madre de santiago, miró a su hijo que no hizo ningún tipo de gesto contrario y concedió el deseo de la mujer.

Ella le invitó a tomar asiento, la mujer le sonrió, caminó haciendo gala de un contoneo insinuante, hasta rodear el sillón en donde él se encontraba sentado. Le acarició los hombros en un supuesto masaje y le susurró al oído con pericia femenina que lo notaba muy tenso y nervioso. Luego, exhaló su aliento tibio contra la piel del cuello masculino, produciéndole una reacción en cadena en el cuerpo, que lo obligó a cruzar la pierna y ocultar la entrepierna con un cojín.

—Ven, acompáñame, necesito ayuda en mi habitación —dijo antes de marcharse, dejándolo

solo en la sala.

Tras conseguir tomar la cordura, fue en búsqueda de la vecina. La encontró sentada en el borde de la cama de piernas cruzadas, calzando solo un par de zapatos de tacón de color rojo claro, que rato antes habían combinado con el vestido rojo y en ese momento. La cuestión era muy simple. Santiago era un adolescente bien parecido y según lo que ella podía entrever por el bulto en sus pantalones, bien dotado.

Ella le aseguró que todo iba a salir bien, Santiago jamás olvidó la sensación de las suaves manos abriéndole el pantalón, así como tampoco, verla haciendo movimientos de arriba abajo, hasta succionar con soltura y gemir.

En el transcurso de casi un año, él pasó de ser un chico muy problemático en la escuela, a ser uno tranquilo. Solo existían dos cosas importantes en ese momento para él: sexo con aquella mujer y sacar buenas notas con el fin de que sus padres no tuvieran excusas para no dejarlo salir.

Su vida dio un giro drástico debido a la desigualdad de aquella relación clandestina, para bien o para mal, aquella mujer significó una transformación sin precedentes en Santiago, no fue hasta que sus padres decidieron mudarse de la ciudad.

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