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Cuando las lágrimas aparecieron cortándole la respiración, le pidió que no parara. No quería que se detuviera, quería seguir sintiéndolo así, mientras la penetraba rudamente para su placer y no el de ella. Santiago se dejó llevar, porque tenía demasiado tiempo deseando tomarla duro, tosco, sin miramientos, escuchándola resoplar jadeante ante la excitación que la embargaba. Christina se le enterraba en los sentidos, en lo más profundo de su ser, la amaba demasiado.

-Adoro cómo se siente tu coño alrededor de mí, cómo lates, cómo te aprietas, eres perfecta.

-Más... -rogó Christina que comenzaba a ver borroso.

Santiago gruñó apretando los dientes y aceleró sus movimientos, pronunciando el sonido de

golpeteo que se producía cuando su pelvis chocaba con el trasero de su novia.

-Me... me vengo, me vengo -gritó Christina, notando cómo sus fibras se estremecían.

Santiago, disfrutó de las contracciones reiteradas de su coño, a intervalos vertiginosos, que lo hicieron perder el control, embebido
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