La lluvia golpeaba suavemente los ventanales de la nueva casa, esa que parecía diseñada para esconderse del mundo. En el interior, la calidez del ambiente contrastaba con la amenaza que acechaba desde fuera. Pamela cerró el portátil con un gesto lento, sintiendo cómo las palabras de aquel documento recién descifrado todavía vibraban en su mente. No podía dejar de pensar en Lina, en su mirada fantasmal en esa fotografía antigua, en su nombre apareciendo entre los registros ocultos del fondo de emergencia del hotel Noctis.
Cristhian, que se mantenía en silencio a un lado del escritorio, dejó escapar un suspiro profundo, como si su pecho hubiera estado conteniendo más de lo que estaba dispuesto a confesar. Caminó hacia Pamela y colocó ambas manos en sus hombros con suavidad, envolviéndola en su calor.
—¿Estás bien, Luz? —preguntó con esa voz que ella ya asociaba al consuelo y la tormenta.
Pamela asintió sin hablar. Sentía las pulsaciones en las sienes, el cuerpo entumecido por la tensión