La noche había caído como una cubeta de agua fría, mientras Cristhian trabajaba en el estudio de la casa, se sentía un silencio totalmente abrumador, como si la naturaleza misma quisiera ocultar lo que estaba a punto de suceder. El jardín de la casa donde ahora residían Pamela, Cristhian, la pequeña Abigail y Miriam parecía ajeno al peligro, pero el aire estaba impregnado de un silencio inquietante.
Cristhian apenas había dormido en los últimos días. Desde la boda interrumpida y los ataques constantes de Lina y Luciana, la tensión se había vuelto parte de su rutina. Se sentó en el escritorio de su estudio, repasando documentos, cuando un sobre deslizado por debajo de la puerta lo hizo estremecerse. Lo recogió con manos tensas: no había sido entregado por correo, alguien había entrado hasta allí.
El sobre estaba cerrado con un sello rojo, y en el reverso una letra estilizada, reconocible para él como una marca de guerra: la de Lina Marceau.
Con el corazón latiendo como un tambor, rasgó