El aroma del café recién hecho se mezclaba con la tenue brisa matutina que se colaba por las amplias ventanas de la casa nueva. Era un espacio lleno de luz, de techos altos y ventanales que miraban hacia un jardín tranquilo, como si aquel nuevo hogar intentara borrar las heridas del pasado. Pamela se movía con gracia por la cocina, sus pasos silenciosos sobre el mármol mientras servía una taza para ella y otra para Cristhian, que aún no salía del despacho. Abigail jugaba en el patio con una muñeca que le había regalado su hermano. Su risa era como un bálsamo.
Pero la paz era una ilusión frágil.
Cristhian apareció en el umbral con el rostro tenso, sujetando un pequeño dispositivo negro en su mano. Su mirada se encontró con la de Pamela, y ella supo al instante que algo no estaba bien.
—¿Qué sucede, Sombra? —preguntó, dejando la taza a un lado.
—Axel nos envió esto —dijo él, mostrándole el dispositivo—. Contiene archivos recuperados de una base de datos del antiguo Instituto Marceau. No