El cielo amaneció plomizo sobre la ciudad, como si presintiera que ese día marcaría un antes y un después. Pamela despertó con el peso de la tensión en los hombros, pero también con una determinación inquebrantable. Cristhian, a su lado, le tomó la mano sin decir una palabra. Ya no era necesario. Ambos sabían que ese día, la verdad comenzaría a salir a la luz. Y esta vez, no habría forma de detenerla.
Theresa había pasado toda la noche corrigiendo cada detalle del artículo. No se trataba sólo de una publicación. Era una declaración de guerra contra la red de corrupción y encubrimientos que había protegido a nombres poderosos durante años. Pamela, con el corazón en vilo, había autorizado el uso de información clave: grabaciones, documentos, testimonios. El precio de la verdad era alto, pero el silencio era más caro.
—¿Estás segura? —le preguntó Cristhian mientras tomaban el desayuno.
Pamela asintió con firmeza.
—No podemos seguir viviendo con miedo. Si callamos ahora, ellos ganan.
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