—Me cae muy mal esa tal Patricia —dijo Larissa, cruzándose de brazos con el ceño fruncido.
Estaban todas reunidas en el comedor de la escuela y, como solía pasar, el tema de conversación había sido impuesto por Larissa con alguna queja o crítica hacia otra persona.
—¿Pero por qué te cae mal? Es tranquila —preguntó América, aunque Larissa negó con la cabeza con firmeza.
—¿Le dicen ustedes o le digo yo? —interpeló Larissa, mirando a las demás.
—Yo se lo diré, tú no tienes buena manera para hablar —intervino Zoe, antes de dirigirle una mirada a América—. Eres tan inocente... Esa Patricia es una incitadora. Siempre anda provocando a Nathan. Tú no ves las miradas que se lanzan, pero por cómo se miran, diría que ahí hay algo más y que no solo ella, él también es el sinvergüenza, él debería respetarte, es él tu esposo.
América se quedó en silencio. “Ahora sí es oficial: mis amigas están locas”, pensó con incredulidad. Si había algo de lo que estaba completamente segura, era del amor de Natha