«Tú siempre te has visto bien».
Esas palabras resonaron en la cabeza de Stella mientras observaba su nuevo reflejo en el espejo del baño.
No había sido la gran cosa, un pequeñísimo cambio nada más, porque quería ir saliendo de aquel viejo cascarón poco a poco. Pero hasta ella notaba que, aunque pequeño, era un evidente cambio y eso la hacía sentir mucho mejor consigo misma.
Lo que la tenía inquieta eran justamente esas palabras que Cyrus le había dicho. Por más que las analizaba y analizaba, llegaba a la misma conclusión. Una conclusión que no quería creer.
Su antigua apariencia no le era completamente desagradable a Cyrus. O al menos no como al principio.
Y es que las señales parecían estar allí: la forma en la que él la miraba, siempre más allá de lo que ella le mostraba al mundo; la manera en la que la protegía; el modo en que la cuidaba... como algo valioso. Y no para el mundo, sino para él.
«¿Es que sí podría gustarle a Cyrus? ¿Podría ser que todo eso que hasta ahora