— ¿Qué diablos es lo que está sucediendo aquí? — La voz profunda y poderosa de Adriano retumbó en el pequeño espacio e incluso los animales se incomodaron y comenzaron a moverse dentro de sus espacios.
— ¡Adriano! — Angelina exclamó asustada.
— ¡Señor! Viene a buscar a la señora, pero la encontré dormida sobre el heno y…
— ¡Cierra la boca, traidor!
— ¿Traidor? ¿Por qué estás viendo fantasmas siempre en donde no los hay? — Angelina gritó — ¡Cuando tú eres el único sin honor aquí! — El rostro de la chica se cubrió de un rojo carmesí mientras era presa de los nervios y las lágrimas inundaban su rostro.
La furia de Adriano se incrementó al escucharla enfrentarlo de ese modo.
— ¿Me vas a negar lo que acabo de ver? ¡Este mequetrefe estaba acariciando tu cara, Angelina, ¡Estaba diciéndote cosas al oído y planificaban fugarse juntos! — Las palabras salieron como un tropel por su boca, sin riendas y sin nada que las contuviera hiriendo aún más el frágil y lastimado corazón de la pelirroja.
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