Baldassare
No puedo creer que tenga en mis brazos a Azzura. Mi Gacela. Mi mujer. Demonios, mi corazón va a estallar de felicidad. Soy el despachador, el diavolo despiadado cuando amerita. Estaba decidido a irme, para no darle más problemas. Aunque sabía que no duraría mucho mi distancia. La buscaría. Continuaría demostrándole lo bien que la pasamos juntos. Nuestros cuerpos son imanes. Mi vida es mejor con una Gacela retándome. Mis sentimientos son tan fuertes que, si la pierdo, el fuego de la villa se quedaría corto comparado con el mío.
Los asiáticos han decidido salir en sus motocicletas. Amerigo está con la puerta del conductor abierta, apoyando el brazo en ella.
—Los seguimos —anuncia Amerigo.
No sé cómo se tome el Capi y los demás la llegada de tantas personas. Extraños. Incluso para mí. Tengo que consultarlo como el equipo que somos. No puedo exponerlos. La cueva es su hogar.
Guido llega con la camioneta, se baja y trota hasta ubicarse delante de nosotros.
—El Capi dice que son b