Azzura
«¿Qué hace un Vitale en mi propiedad?», la pregunta flota en mi mente.
—No quiero ser aguafiestas —responde el Biondo Diavolo, pero no da la respuesta correcta—, pero el incendio debe apagarse.
—Ya llamé a emergencias —informa Kenta.
La tensión corta el aire y un teléfono suena, sumando más drama.
—Es el Don —comunica Terzo con voz amortiguada.
«¿Algo peor puede suceder?».
—Infórmale que tienes al enemigo en tu territorio y no lo has matado —dice con burla Maddelena.
Esto se me ha salido de las manos. Maddelena usará esa carta en mi contra. Lo puedo leer en su mirada de hiena.
—No es lo que piensas —discute Terzo, mintiendo en mi defensa mientras aprieta el celular en su mano.
El maldito aparato finalmente calla. Su semblante lo delata: puro alivio. Recorro con la mirada a mi alrededor hasta que mis ojos se pierden en Baldassare. Merda, odio verlo abatido. No tiene que gritar al viento que lo lastimé porque lo puedo leer. «Azzura, ya le has hecho mucho daño». Baldassare se ha en