Baldassare
—¡Te lo marcaste! —exclama.
No es algo común en mí. Mis tatuajes son una manera de expresar mi arte. Emociones. Pero esa marca merecía ser eterna.
Azzurra se refiere a que me tatué su mordida arriba de la tetilla. Guido estuvo dispuesto. Aquella madrugada de vigilia con mi hermano en la suite, era mi turno de bañarme. Neri me relevó y, al salir, me encontré a Guido en el pasillo. Llevaba equipo de tatuar. Le pregunté si podía tatuarme. Asintió, serio. Lo demás es historia.
—Y muy pronto me tatuaré el del hombro.
Miro la mordida en el lado izquierdo, y su mano acaricia la zona.
—Biondo Diavolo, comenzaré a cobrar por mis mordidas —bromea, y me sorprendo riendo por segunda vez sin control.
—Triplico el pago por ello.
La acerco, llevo mi boca a su hueco y succiono su piel, dejando un chupetón.
—Te marqué un beso.
Me dejo caer y observo cómo su sonrisa pinta su rostro, mostrando los dientes.
—¿Gacela, averiguaste si debes tenerme miedo?
Saco a colación nuestro primer encuentro.