Azzura
Pruebo por primera vez el líquido preseminal de un hombre. Es raro… No es dulce. No importa. Es él, y eso basta.
Es imposible meterlo por completo, así que aprieto sus bolas y me dejo llevar por sus gemidos. Nunca había sentido el deseo de probar una. Los pocos chicos con los que estuve —dos, contando a Narciso— se dedicaron a hacerme gemir, y ni se me cruzó por la cabeza probar sus palancas. La única que se me apetece es la del Biondo Diavolo.
Y joder… juro que nací para esto. Entro y salgo despacio, con cuidado de mis dientes. La mano en mi cabello se tensa, pero no me empuja. Él me da mi tiempo.
Mis ojos no lo sueltan. Verlo con esos ojos desorbitados me complace.
He soltado la vergüenza.
El bribón me hizo decir, con lujos y detalles, lo que deseaba.
Cumplí.
Reuní mi lado acido y me atreví a pedir por su polla.
—Eres bellissima, amore mio —expresa con ternura mientras su otra mano enmarca mi rostro y acaricia mi sien.
Este hombre me tiene bajo su hechizo. Podrá ser posesivo,