Las sombras se alargaban sobre el bosque, como una advertencia de lo que estaba por venir. A pesar de que el sol aún no se había puesto, la amenaza de la manada rival nos perseguía como una sombra oscura, implacable. Cada paso que daba junto a Kian parecía más pesado que el anterior, no por el terreno irregular ni por el cansancio, sino por el peso de la situación. La huida ya no era solo una cuestión de supervivencia; era un recordatorio constante de todo lo que podríamos perder.
Kian caminaba a mi lado, su presencia tan sólida como siempre, pero algo en su postura me decía que él también sentía el peso de todo lo que nos rodeaba. Ya no podíamos seguir huyendo indefinidamente. Sabíamos que tarde o temprano, el enfrentamiento con la manada rival llegaría, y entonces no habrí