La noche era densa, cargada de un silencio que oprimía el pecho. La cabaña en la que me refugiaba junto a Kian se sentía más como una trampa que como un refugio. Afuera, las sombras se movían con la promesa de peligro.
—No me gusta esto —susurré, mis manos temblando levemente mientras me asomaba por la ventana.
Kian, apoyado contra la pared con los brazos cruzados, mantenía su expresión impenetrable. Pero yo podía ver más allá. Su mandíbula tensa, los músculos de sus brazos marcados por la rabia contenida. La oscuridad en sus ojos era el reflejo del monstruo que luchaba por mantener a raya.
—Lo sé —dijo finalmente, con la voz ronca—. Tampoco a mí.
La atmósfera estaba cargada, más pesada que nunca. Las sombras acechaban, y con ellas, mi miedo. El miedo de perderlo. Kian, mi alfa, el hombre que había puesto mi mundo patas arriba, se había convertido en mi única razón para seguir respirando. Pero ahora, con la manada rival tan cerca, sentía que lo estaba perdiendo de a poco, como si una oscuridad imparable se estuviera tragando todo a su paso.Mis ojos seguían su figura, casi instintivamente buscando consuelo en su presencia, a pesar de la furia y el caos que nos rodeaban. La cabaña, que antes se había sentido como un refugio, ahora parecía un agujero en el que estábamos atrapados, esperando el inevitable golpe de la tormenta.—Emma, tenemos que salir de aquí —dijo Kian, su voz grave
La oscuridad envolvía el bosque mientras Kian y yo avanzábamos, huyendo de la manada rival que, ahora más que nunca, deseaba nuestra cabeza. El frío mordía la piel, pero era nada comparado con el peso que sentía en el pecho. Cada paso que dábamos nos alejaba un poco más de todo lo que conocíamos, de todo lo que alguna vez consideramos seguro.Pero lo peor de todo no era el miedo a ser capturados, ni la amenaza constante que acechaba desde las sombras. Lo peor era que, mientras huíamos, yo no podía dejar de pensar en todo lo que había dejado atrás. En todo lo que Kian y yo habíamos sacrificado. La manada rival nos odiaba, pero había algo más: un sentimiento profundo de desesperación que se estaba apoderando de mí.K
Las sombras se alargaban sobre el bosque, como una advertencia de lo que estaba por venir. A pesar de que el sol aún no se había puesto, la amenaza de la manada rival nos perseguía como una sombra oscura, implacable. Cada paso que daba junto a Kian parecía más pesado que el anterior, no por el terreno irregular ni por el cansancio, sino por el peso de la situación. La huida ya no era solo una cuestión de supervivencia; era un recordatorio constante de todo lo que podríamos perder.Kian caminaba a mi lado, su presencia tan sólida como siempre, pero algo en su postura me decía que él también sentía el peso de todo lo que nos rodeaba. Ya no podíamos seguir huyendo indefinidamente. Sabíamos que tarde o temprano, el enfrentamiento con la manada rival llegaría, y entonces no habrí
La brisa nocturna acariciaba mi rostro mientras caminaba hacia mi casa. El aire fresco del otoño se filtraba entre las hojas caídas, que crujían suavemente bajo mis botas. La luna llena brillaba intensamente sobre el pueblo, iluminando las calles vacías. Era una de esas noches en las que todo parecía estar en su lugar, todo tranquilo, todo como siempre. Pero, por supuesto, las cosas nunca permanecen tranquilas por mucho tiempo en mi vida.El sonido de los árboles moviéndose me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que era el viento, pero luego algo en la atmósfera me hizo sentir incómoda. La sensación era extraña, como si algo estuviera observándome. Me giré lentamente, mi corazón empezando a latir más rápido. La última vez que sentí algo similar fue cuando era niña, corriendo por el bosque y sabiendo que algo o alguien me seguía.Un ruido rompió el silencio de la noche, una rama que crujía a lo lejos, justo dentro de la franja oscura del bosque. No era normal, y no pude evitar
El pueblo nunca cambiaba. Era lo mismo todos los días: las mismas calles estrechas, las mismas caras amables, los mismos rumores que flotaban como niebla en el aire. Pero algo en mí había cambiado desde aquella noche. Algo que ni siquiera yo entendía. Los murmullos sobre Kian y su manada me perseguían, como fantasmas que no podía espantar, y la curiosidad, esa mezcla peligrosa de miedo y fascinación, me mantenía despierta en la oscuridad.Estaba convencida de que había algo más en Kian, algo que lo hacía diferente de todo lo que conocía. Las leyendas sobre los hombres lobo rondaban el pueblo, pero siempre las había tomado como simples cuentos. Historias para asustar a los niños o para hacer que las viejas se sintieran más importantes con sus susurros y miradas cómplices. Pero Kian... Kian no parecía parte de esas historias. Él era real. Y lo que sentía por él era real, incluso si me aterraba.Hoy era un día común. La tarde se deslizaba lentamente hacia la noche, y yo caminaba por el m
Me senté junto a la ventana, la carta todavía sobre la mesa, arrugada, como si pudiera deshacerse de la verdad que me había revelado. ¿Quién había escrito eso? ¿Quién sabía sobre mi encuentro con Kian? El miedo no se había ido, pero ahora se sentía más como un compañero persistente, un susurro en mi mente cada vez que pensaba en él. Me preguntaba si la advertencia era real o simplemente un intento de mantenerme alejada. Porque, a pesar de todo lo que había escuchado, a pesar de las leyendas, algo en mí seguía deseando verlo, seguirlo. Algo más profundo, más primitivo que el miedo.La luz de la tarde se filtraba suavemente a través de la ventana, pero mi mente seguía llena de sombras. Me levanté, dispuesta a distraerme, pero mi cuerpo no me respondía como yo esperaba. Todo parecía en cámara lenta. Mis pasos, mis respiraciones, mi corazón… todo era más intenso, como si un imán invisible me estuviera arrastrando hacia algo que no quería, pero deseaba con una fuerza inexplicable.Tomé un
El aire caliente de la fiesta me envolvía como una manta, opresiva y pegajosa. El bullicio de la gente me rodeaba, risas y conversaciones se entrelazaban en una cacofonía que se me hacía insoportable. Sin embargo, lo peor no era el ruido ni el calor. Era él. Kian. Estaba allí, a unos pocos metros de mí, su figura imponente casi como una sombra que oscurecía todo a su alrededor. Mi corazón latía en desorden, y mis pensamientos eran un caos. La advertencia de Kian seguía retumbando en mi mente: "Lo que sientes no es amor. Es instinto".El instinto...Me moría de curiosidad por saber qué significaba eso. ¿Era cierto? ¿Era tan sencillo? Porque si todo se reducía a una simple necesidad instintiva, ¿por qué mi cuerpo reaccionab
Era un viernes por la tarde, pero mi mente no sabía qué día era. El aire estaba pesado, como si el universo hubiera decidido suspender el tiempo, como si los minutos se alargaran indefinidamente y me dejaran atrapada en una telaraña de pensamientos. No podía dejar de pensar en él. Kian. El hombre que había desbaratado mi mundo y lo había reordenado de una manera que ni siquiera entendía.Mi vida diaria parecía tan distante en comparación con lo que había experimentado. Mi trabajo, mis amigos, incluso la calma habitual de mi casa ya no me daban la misma paz. Había algo dentro de mí, una necesidad que no podía acallar, y todo apuntaba hacia él. Lo deseaba de una manera salvaje, irracional, peligrosa. Y al mismo tiempo, algo dentro de mí me gritaba que no debía acercar