63. PROFECÍA
—Sé perfectamente lo que dice la profecía, pero lo haremos a mi modo.
La voz de Cade sonó firme, cargada de autoridad, y se filtró a través del auricular de un viejo teléfono fijo.
Uno real. Con cable.
No veía uno desde que era niña. Fue como una reliquia del pasado resucitada solo para esa conversación.
—Haz lo que quieras con él, pero ella es mía.
En ese momento, aquellas palabras carecían de sentido. Me sonaron distantes, casi banales, mientras el corazón me retumbaba en el pecho solo por tenerlo tan cerca. A unos metros, de pie, con esa expresión tallada en mármol. Imponente. Inalcanzable.
Maldita sea, lo odiaba... y lo amaba por eso.
Se veía endemoniadamente sexy. Tan él.
Pero ahora, sentada ante el consejo de ancianos, lo entendía todo. Cada palabra, cada mirada, cada silencio encajaba como piezas de un rompecabezas macabro. El velo se había levantado. La verdad, como un golpe frío, me envolvía sin piedad.
—Desde que apareció nuestra Gran Luna —empezó el anciano Mirra, con voz á