58. MI ALMA LO ENCONTRÓ

Todo está... borroso.

El aire tiene un tinte dorado, como si la luz pasara por agua espesa. Camino descalza sobre tierra húmeda. Las hojas crujen bajo mis pies, pero no hay árboles. Solo bruma. Y al fondo... ahí está él.

Cade.

Sus ojos me encuentran con esa intensidad que solía desarmarme. Está de pie, alto, imponente, como si el mundo se inclinara a su voluntad. Me sonríe. Me tiende la mano. Y yo... la tomo.

¿Por qué?

Mi pecho duele, pero no puedo soltarlo. No aquí. No en este lugar donde todo parece suave y falso.

—Te extrañé, Lyra —dice.

Y por un instante, le creo.

Lo recuerdo. Recuerdo los días que compartimos, las promesas hechas en medio de risas, las caricias furtivas cuando el mundo para mí aún era simple. Recuerdo amarlo. O pensar que lo hacía.

Parpadeo.

El paisaje cambia.

Zayra.

Está frente a mí. Sonríe. Radiante. Bella como siempre. Cade le acaricia la mejilla con ternura... y luego la besa. Con pasión. Con un fuego que nunca vivimos.

El grito se me ahoga en la garganta.

To
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