Solo podía mirar.

Tras el nuevo exámen físico y la mirada de reproche que no pudo ocultar el mago al mirar su cuello, sobrevino el análisis mágico. Las manos del hombre se posaron a la altura del pecho de Lyra y lentamente se desplazó hacia su cabeza.

¿Qué me pasa? ¿Es que acaso no puedo hacer nada bien con ella? Es casi como si avanzara medio paso y retrocediera dos. Es frustrante.

Está delirante. Dice cosas sin sentido, y otras que ni siquiera se entienden. Se agita levemente, los brazos extendidos como si luchara en sueños. Yo daría lo que fuera por poder entrar en su mente y calmar a los demonios que la acosan. Demonios que yo también he puesto ahí y pelean por ella ante los que también le heredó Cade.

—¡Dígame que se va a reponer! —exige Brina, sin molestarse en disimular el temblor en su voz. Se planta al lado del mago, como si pudiera intimidarlo con pura desesperación.

Él no responde. Sigue concentrado en su análisis, pero Brina no deja de mirar su rostro, buscando algo