—Lucien Ravenmort —la voz de Vantos, el líder de los Fatuum Noctis, resonó desde la penumbra, seca y cargada de autoridad—. ¿Has estado en la zona donde se detectó la anomalía? Habla.
Vantos, conocido como el Alto Cazador, llevaba siglos cazando entidades que la Corte Suprema había considerado una amenaza para el velo de lo real. Su mirada podía atravesar la carne y el alma. Pero no era capaz de leerme. Aún.
Caminé hasta el centro de la sala y me arrodillé con respeto, ocultando todo lo que podía en las grietas de mi mente.
—Sí, estuve cerca del muelle —respondí con voz firme—. Pero no vi nada que merezca encender una alerta de nivel rubí.
—No mientas —intervino Seraphine, otra cazadora de la élite, cuyos ojos plateados me escudriñaban—. Detectamos un rayo de energía pura, fusión entre dos fuerzas antiguas. Una fue identificada como energía carmesí… la otra, desconocida.
Tragué saliva.
La energía carmesí… era mía. Mi deseo contenido. Mi naturaleza de vampiro de sangre directa.
La desc