Vendida.
Estoy esperando en el casino. Pensé que encontraría a Emilio aquí, pero no fue así. Me hundo en el sofá.
¡Maldita sea!
No puedo permitir que use a su hija de esa manera tan enferma...
Y el que no tiene corazón soy yo.
Pero... cuando estoy a punto de resignarme, lo veo.
¡Bingo!
Desde aquí lo observo, en la parte oscura en la que me gustaba instalarme. Veo su rostro enérgico y a la vez desanimado.
Lleva algunos moretones en la cara, de la golpiza que le proporcioné, y camina con dificultad.
Me arrepiento de no haberlo matado, es lo menos que se merece ese hijo de perra.
Uno de mis hombres se me acerca y me susurra:
—Está perdiendo. Ya va veinticinco mil dólares abajo.
Pero la suerte le sonríe y gana, celebra como un idiota victorioso y vuelve a apostar, esta vez más confiado, pero lo pierde todo.
La suerte está de mi lado.
Solo le quedan los dos millones de dólares que me debe, estoy esperando por segundos que los apueste.
Se da un trago largo y se desabrocha la corbata. La barba crecie