El sol brilla con fuerza. Hace un calor abrasador. Estoy sentado a las afueras de un restaurante, con Sol a mi lado, aunque ahora se ha alejado un poco. Frente a nosotros hay una floristería, y fue a comprar unas flores para decorar el estudio.
Desde aquí la observo sonreír, rodeada de colores. No entiendo cómo un ser humano puede amar tanto esas cosas tan simples.
Tomo un sorbo de café mientras una notificación llega a mi teléfono. Lo reviso distraídamente, pero mis ojos vuelven a ella. Tiene dos ramos en las manos, rosas blancas y rojas. Entre ella y yo, solo hay una pequeña calle. No es peligrosa, por eso la dejé ir sola.
Un coche va a cruzar. Ella se detiene y espera con paciencia. Me sonríe desde la acera, radiante. Su pancita se nota más hoy. El vestido que lleva la hace ver... hermosa. Nunca imaginé ver a Sol embarazada. Y tan llena de luz.
El sol acaricia su piel, y en ese instante, el mundo se siente perfecto.
Pero entonces me pongo de pie, con el corazón desbocado.
—¡NOOOOO!