Las compras fueron tediosas para ella. No tenía ánimos, y tampoco quise obligarla. No podía dejar que colapsara mentalmente; necesitaba darle un respiro, ya que Sol es muy sentimental.
Y ese era el punto... ser duro y suave a la vez, que necesitara mi consuelo.
—Ese te hace lucir bien —le digo mientras se prueba un vestido y tomo asiento.
—¿Te gusta?—su voz está tan apagada.
—¿Te sientes cómoda? Si no es así, no lo elijas—se mira al espejo varias veces, y yo la observo con devoción. Mi mirada se oscurece.
Tenso la mandíbula. Sol, aun siendo pequeña y delgada, llama mucho la atención.
Tiene algo... algo que la hace lucir sexy y atractiva. No es solo por su carita bonita ni por su cabellera.
Es como si el pecado estuviera dibujado en su cuerpo y te invitara a caer.
Vuelve al vestidor y regresa con otro vestido.
—Este... es precioso—se observa con detalle y da una vuelta.
Estoy sumergido en mi imaginación... ¿qué se sentiría tenerla?
—¿Y qué tal este? —me levanto y me acerco. Deslizo los