Me rindo.
—Ro... rojo.
Suelto una carcajada.
—¿Se rindió la chica mala?
Me causa gracia.
—N-no puedo... más. Tengo ansiedad...
—¿No confías en mí?
—Me duele todo...
—Lo sé... pero yo estoy disfrutando mucho verte así... y no quiero parar.
Con esas palabras va a entrar en pánico. Y efectivamente.
Empieza a temblar, demasiado. La mente se conecta con el dolor del cuerpo y empieza a sentirse en peligro.
—Dante...
—Sí...
Le acaricio los pechos, apretando un pezón.
—B-bájame... bájame ahora...
Está desesperada. Intenta mirarme a los ojos, pero no puede. Los tiene casi cerrados.
—Llora... o mejor suplica. Ya te expliqué las razones por las cuales no quería hacerte esto. Pero tú jodes y jodes con lo mismo. Que esto te sirva de castigo, para que cuando te diga NO, escuches.
Tenso las cuerdas todas a la misma vez. Grita. Un grito entre placer y miedo.
—¡ROJO!
Es más delicioso verla así, al borde, sufriendo junto al placer.
—Qué bonita...
—De verdad... detén esto...tengo miedo.
—Vale. Me voy a detener.
L