—Mierda... Sol, no podré ir por ti. Tengo demasiado trabajo, pero mis hombres te pasarán a recoger, además de los que ya están allá contigo. —
—No tienes que preocuparte. Estoy bien —refunfuño.
—Sol, no quiero dejarte sola ni un segundo. Ya tienes cuatro meses y siento que tu energía ha disminuido...—
—Eso es porque nuestra hija está creciendo más y demanda mucha energía —me río al teléfono.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila y buscar una respuesta para todo? —le pregunto.
—Porque tú te has vuelto muy histérico desde que estoy embarazada. Te vuelves loco si no me tomo las vitaminas un día, si no como a tiempo, si me duele algo, si estornudo, si me siento mal... Pero aun así me tomas por las noches y en el día como si fuera una muñeca de trapo. No entiendo tu preocupación —reviento de risa.
—¿Qué? ¡Pero si estoy siendo suave! —lo niego.
—¿Suave? Eres un animal —suspira.
—Voy a ser más suave de ahora en adelante. Por favor, mantenme en la llamada hasta que llegues a casa.
Y así lo hicimo